Les comparto un fragmento de un hermoso libro que estoy leyendo de Charles Spurgeon (mi predicador favorito de la vida, lo amo) llamado "El Tesoro de David" (mi segundo libro favorito de la vida), y en resumen soló puedo decirle que estoy enamorada de él, ha despertado en mi un profundo amor por las escrituras, la historia de la iglesia, los reformadores, estoy en modo de lectura todas las noches, se volvió mi pasatiempo favorito y tan edificante, en fin, es todo un tesoro, contiene muchas riquezas literarias y está carta es una sus perlas:
CARTA DE ATANASIO DE ALEJANDRÍA A SU DISCÍPULO MARCELINO
SOBRE LA NATURALEZA Y VALOR DE LOS SALMOS
Mi querido Marcelino:
Tu firmeza y fervor cristiano me causan admiración. Sobrellevas tu aflicción presente con una
entereza encomiable, y a pesar del sufrimiento te mantienes en la virtud. Inquirí de la persona que me
entregó tu carta acerca de la clase de vida que llevas ahora que te encuentras limitado por la enfermedad; y me dijo que dedicas tu tiempo a leer la Santa Escritura centrándote en el Libro de los Salmos,
con objeto de descifrar el sentido de cada uno y apropiarte de la fuerza inigualable que proporcionan.
¡Excelente! Pues también yo comparto esa pasión por la Escritura y en especial por el Salterio. En
cierta ocasión tuve con respecto al Libro de los Salmos una interesante conversación con un anciano
estudioso que los había trabajado muy profundamente, y que ahora deseo compartir contigo.
Escucha pues lo que ese venerable maestro de la Palabra, con un ejemplar del Salterio en su mano, vino a decirme en términos tan claros y dulces como a su vez instructivos:
«Toda Escritura, hijo mío, tanto del Antiguo como del Nuevo Testamento, es inspirada por Dios,
y según está escrito: “útil para enseñar, para redargüir, para corregir, para instruir en justicia”.2
Pero el Libro de los Salmos es un tesoro de naturaleza muy especial, puesto que los Salmos enriquecen
en gran manera a todos aquellos que profundizan en ellos estudiándolos con atención.» Como puedes suponer, cada libro de la Biblia tiene su mensaje particular y nos proporciona una
enseñanza concreta: El Pentateuco relata la creación del mundo y la vida de los patriarcas, la salida
de Israel de Egipto, la entrega de la Ley, la construcción del Tabernáculo y el orden del sacerdocio.
Josué, Jueces y los libros de Samuel, cuentan cómo tuvo lugar el reparto de la tierra, las hazañas de
los jueces, y el linaje de David. Los libros de los Reyes y los de las Crónicas, relatan la vida y los
hechos de los reyes de Judá y de Israel. Esdras describe la liberación de los cautivos en el exilio babilónico, su regreso a la tierra prometida, y la reconstrucción del templo y la ciudad santa.
Los libros de los diversos Profetas predicen y anticipan la venida del Salvador, nos recuerdan los mandamientos, exhortan y reprenden a los transgresores, y profetizan acerca del futuro de las naciones paganas. Pero el Libro de los Salmos es como un jardín en el que no tan sólo crecen y abundan todas estas plantas cantadas de una forma sublime y melodiosa, sino que además, a cada una de ellas añade su toque
propio y particular.»
Los hechos y acontecimientos del Génesis los encontramos relatados en el Salmo 19:3 “Loscielos cuentan la gloria de Dios, y el firmamento anuncia la obra de sus manos” (Salmo 19:1); y en elSalmo 24: “De Jehová es la tierra y cuanto hay en ella, el mundo, y los que en él habitan. Porque él
la fundó sobre los mares, y la afianzó sobre los ríos” (Salmo 24:1-2).»Los temas del Éxodo, Números y Deuteronomio, los cantan con maestría los Salmos 78, 105y 114: “Cuando salió Israel de Egipto, la casa de Jacob de un pueblo bárbaro, Judá vino a ser su santuario, e Israel su dominio” (Salmo 114:1-2). Y el Salmo 105: “Envió a su siervo Moisés, y a Aarón, al cual escogió. Por medio de ellos realizó sus señales, y sus prodigios en la tierra de Cam. Envió tinieblas que lo oscurecieron todo; pero fueron rebeldes a sus palabras. Volvió sus aguas en sangre, y mató sus peces. Su tierra produjo ranas hasta en las alcobas de sus reyes. Habló, y vinieron enjambres de moscas, y mosquitos en todos sus términos” (Salmo 105:26-31). Y así sucesivamente, a lo largo de todo este Salmo 105 y el que le sigue, el Salmo 106, se van enumerando todos estos acontecimientos del Éxodo. Las cosas que tienen que ver con el santuario y el sacerdocio, las proclama el Salmo 294, entonando una vez el Tabernáculo fue construido y completado: “Tributad alabanzas a Jehová, oh hijos de Dios, dad a Jehová la gloria y el poder. Rendid a Jehová la gloria debida a su nombre; adorad a Jehová en la hermosura de su santuario” (Salmo 29:1).»
Los acontecimientos de la época de Josué, hijo de Nun, y los hechos de los Jueces, se mencionan en el Salmo 107: “Y fundan ciudad en donde vivir, siembran campos, y plantan viñas, que producen abundante cosecha. Los bendice, y se multiplican en gran manera; y no disminuye su ganado”
(Salmo 107:36-38). Fue bajo la dirección de Josué que Dios les entregó la tierra prometida. Y cuando en
este mismo salmo leemos: “Entonces clamaron a Jehová en su angustia, y los libró de sus aflicciones.
Los dirigió por camino derecho, para que viniesen a ciudad habitable” (Salmo 107:6), es evidente que
se está refiriendo al libro de los Jueces, ya que era cuando clamaban que Dios levantaba de entre el
pueblo jueces para librarlos de sus opresores y de los que los afligían.»
Lo referente a los Reyes se canta en el Salmo 20 cuando dice: “Unos confían en carros, y otros
en caballos; mas nosotros del nombre de Jehová nuestro Dios nos acordamos. Ellos flaquean y caen,
mas nosotros nos levantamos, y nos mantenemos en pie. ¡Da la victoria al rey, oh Jehová. Óyenos el
día en que te invoquemos” (Salmo 20:8-10).
»Y de los acontecimientos narrados por Esdras habla en el Salmo 126 (uno de los cánticos graduales): “Cuando Jehová hizo volver la cautividad de Sión, estábamos como los que sueñan” (Salmo
126:1); y el Salmo 122: “Yo me alegré cuando dijeron: A la casa de Jehová iremos. Y ahora ya se posan
nuestros pies dentro de tus puertas, oh Jerusalén. Jerusalén, que está edificada como una ciudad de
un conjunto perfecto, y allá suben las tribus, las tribus de JAH, conforme al testimonio dado a Israel,
para alabar el nombre de Jehová” (Salmo 122:1-4). Date cuenta pues, hijo mío, que prácticamente todos
los hechos narrados en los libros históricos se mencionan en uno u otro salmo.
Y si vamos a los libros de los Profetas, te diré que no hay prácticamente un solo salmo que no los
mencione y de algún modo nos remita a ellos. Del Salvador que había de venir, y de cómo a pesar de
ser Dios debía hacerse hombre y habitar entre nosotros, nos hablan el Salmo 50: “Desde Sión, dechado de hermosura, Dios ha resplandecido. Vendrá nuestro Dios, y no callará” (Salmo 50:2-3), y el Salmo
118: “Bendito el que viene en el nombre de Jehová; desde la casa de Jehová os bendecimos. Jehová
es Dios, y nos ha dado luz” (Salmo 118:26-27). Que Aquél que había de venir sería el Verbo de Dios, la
Palabra del Padre, lo canta el Salmo 107: “Envió su palabra, y los sanó, y los libró de su ruina” (Salmo
107:20). Y que ese Verbo enviado que había de venir sería el Hijo de Dios, el propio Dios hecho hombre, lo vemos en el Salmo 45, cuando al percatarse de ello el salmista exclama gozoso: “Brota de mi
corazón un bello canto” (Salmo 45:11), y en el Salmo 110 donde sentencia: “Dijo el Señor a mi Señor:
Siéntate a mi diestra hasta que ponga a tus enemigos por peana de tus pies” y “de mi seno yo te engendré antes del resplandor del alba” (Salmo 110:1,3)5. ¿Y de quién puede decirse que es engendrado
por el Padre, fuera del Verbo y la Sabiduría?.6 Es por ello que el salmista, conocedor de que fue por
medio de él, del Verbo, que el padre dijo: Sea la luz, y creó el firmamento y todas las cosas,7 se expresa
también en el Libro de los Salmos en términos similares: “Por la palabra de Jehová fueron hechos los
cielos, y todo el ejército de ellos por el aliento de su boca.” (Salmo 33:6).»Tampoco ignoraba el salmista que Aquél que habría de venir sería el Ungido de Dios, y de ello
hace buena mención en el Salmo 45 diciendo: “Tu trono es el trono de Dios; es eterno y para siempre;
cetro de justicia es el cetro de tu reino. Has amado la justicia y aborrecido la maldad; por tanto, te
ungió Dios, el Dios tuyo, con óleo de alegría más que a tus compañeros” (Salmo 45:6-7).
Y para que nadie pudiera pensar que su venida sería sólo en apariencia, establece en el Salmo 87 que ese Verbo por el cual todas las cosas fueron creadas, se haría hombre, cuando dice: “La Madre Sión dirá: Hombre y hombre nació en ella, y el Altísimo mismo la sostiene” (Salmo 87:5),8 una declaración que equivale a las palabras de Juan cuando dice: “El Verbo era Dios (…) por él todas las cosas fueron creadas (…) y el Verbo se hizo carne”.9 De igual modo, conocedor de que había de nacer de una virgen, tampoco el
salmista omite este detalle, y lo expresa claramente en el salmo 45, cuando dice: “Oye, hija, y mira,
y pon atento oído; olvida tu pueblo, y la casa de tu padre; y se prendará el rey de tu hermosura; e inclínate ante él, porque él es tu señor” (Salmo 45:10-11). ¿Acaso no vienen a ser estas las mismas palabras
con que el ángel Gabriel se dirigió a María: “¡Salve, muy favorecida! El Señor está contigo. Bendita
tú entre las mujeres”?10 El salmista, después de haber llamado al que había de venir: Ungido, que
equivale a Mesías o Cristo, describe a continuación, en el mismo salmo, su nacimiento como hombre
en el seno la bendita Virgen, diciendo: “Escucha, hija, presta atención…”.11 El ángel Gabriel se dirige
a ella llamándola por su nombre: María, porque para él era una extraña en lo que a parentesco humano
se refiere; pero para David, el salmista, no era una extraña, pues era de su misma familia, ya que sabía
que nacería de su simiente, y por tanto habla de ella con razón diciendo: “Escucha, hija mía”.
»Después de anunciar que Cristo había de venir en carne humana, el Salterio narra también su
vida, y anticipa sus padecimientos en la carne que había de asumir. El Salmo 2 habla del complot de
los judíos contra él: “¿Por qué se amotinan las gentes, y los pueblos piensan cosas vanas? Se levantan los reyes de la tierra, y los príncipes conspiran juntamente contra Jehová y contra su ungido”
(Salmo 2:1-2). Y en el Salmo 22, es el propio Salvador quien da a conocer los acontecimientos de su
muerte y el tipo de suplicio que habría de padecer: “Estoy derramado como agua, y todos mis huesos
se descoyuntaron; mi corazón se torna como cera, derritiéndose en medio de mis entrañas. Como un
tiesto se secó mi vigor, y mi lengua se pegó a mi paladar, y me has puesto en el polvo de la muerte.
Porque perros me han rodeado; me ha cercado una banda de malhechores; horadaron mis manos
y mis pies. Contar puedo todos mis huesos; entretanto, ellos me miran y me observan. Repartieron
entre sí mis vestidos, y sobre mi túnica echaron suertes” (Salmo 22:14-18). Fíjate bien: “Horadaron mis
manos y mis pies”, ¿pues qué otra cosa puede significar esto sino su crucifixión? ¿Qué símbolo hay
más claro del suplicio de la Cruz? Y después de hablarnos de sus sufrimientos, añade la razón por la
que los padeció: por causa nuestra, no por la suya, ya que en primera persona afirma en el Salmo 88:
“Sobre mí ha pasado tu ardiente ira” (Salmo 88:16), y en el Salmo 69: “¿Me hacen pagar por aquello
que no robé?” (Salmo 69:4). Él no tenía por qué pagar por crimen alguno, murió sufriendo por causa
nuestra, tomando sobre sí la cólera divina que a nosotros iba destinada, pagando por nuestros pecados,
como leemos en Isaías: “herido por nuestras transgresiones, molido por nuestros pecados; el castigo
de nuestra paz fue sobre él, y por sus llagas fuimos nosotros curados”.12 Por ello exclama en el Salmo
137: “el Señor les dará en pago lo que me hicieron” (Salmo 137:8)13, y en el Salmo 72 donde leemos:
“Salvará a los hijos del menesteroso, y aplastará al opresor (...) Porque él librará al menesteroso que
clame, y al afligido que no tenga quien le socorra” (Salmo 72:4,12).»
Predice también el salmista la ascensión del Señor a los cielos, diciendo en el Salmo 24: “Alzad, oh puertas, vuestras cabezas, y alzaos vosotras, puertas eternas, y entrará el Rey de la gloria”
(Salmo 24:7,9); y también en el Salmo 47, donde leemos que “Dios ha ascendido entre aclamaciones,
el Señor, al son de trompeta” (Salmo 47:5). También su sentarse a la diestra de Dios lo predice el Salmo
110: “Jehová dijo a mi Señor: Siéntate a mi diestra, hasta que ponga a tus enemigos por estrado de
tus pies” (Salmo 110:1). E incluso la destrucción del diablo se anuncia a gritos en el Salmo 9: “Te has
sentado en el trono juzgando con justicia. Reprendiste a las naciones, destruiste al maligno, borraste
el nombre de ellos eternamente y para siempre” (Salmo 9:4-5). Tampoco esconde el Salterio que Cristo
recibiría del Padre toda potestad para juzgar, y que vendría de nuevo con autoridad sobre todas las
cosas, pues dice en el Salmo 72: “Oh Dios, da tus juicios al rey, y tu justicia al hijo del rey. Juzgue
él a tu pueblo con justicia, y a tus afligidos con equidad” (Salmo 72:1-2). Y en el Salmo 50: “El Señor
convoca a los cielos desde arriba, y a la tierra, para juzgar a su pueblo (...) y los cielos declararán
su justicia, porque Dios mismo es el juez” (Salmo 50:4-6). Y en el Salmo 82 leemos que: “Dios preside
el consejo celestial; entre los dioses dicta sentencia” (Salmo 82:1 NVI). Sobre la situación y futuro de los
gentiles, mucho se habla en el Salterio, pero de manera especial en el Salmo 47: “Pueblos todos, batid
palmas; aclamad a Dios con gritos de júbilo” (Salmo 47:1); y en el Salmo 72: “Ante él se postrarán los
moradores del desierto, y sus enemigos lamerán el polvo. Los reyes de Tarsis y de las costas traerán
presentes; los reyes de Sabá y de Seba ofrecerán dones. Todos los reyes se postrarán delante de él;
todas las naciones le servirán” (Salmo 72:10-11)».
El venerable anciano, se detuvo y me enfatizó de manera muy especial este punto: Que todas
estas cosas acerca del Salvador, que se anuncian con claridad en otros libros de la Escritura, se cantan
también en el Libro de los Salmos. Y haciendo gala de su profunda sabiduría, prosiguió diciéndome:
«En cada libro de la Escritura se expresan verdades parecidas, pues todos están íntimamente relacionados y sinfónicamente acordes entre sí, ya que proceden de una misma voz: la del Espíritu Santo,
y por tanto su interpretación es común. Por ello, en la misma manera que es posible descubrir en el
Salterio el contenido de los otros libros de la Escritura, también en los otros libros hallamos con frecuencia el contenido de los Salmos. Ejemplos tenemos en Moisés componiendo cánticos,14 en Isaías
entonando himnos,15 o en Habacuc presentando su oración en forma poética.16 En todos los libros de
la Escritura es factible encontrar profecías, leyes y relatos históricos, puesto que como ya te he dicho,
se trata de un mismo Espíritu que lo abarca todo otorgando a cada autor una revelación especial de
acuerdo al don que le ha sido concedido, repartiendo sus dones en plenitud acorde con la capacidad de
cada uno, ya sea el don de profetizar, de legislar, de contar los hechos acaecidos, o el don de componer
Salmos. Pues aún siendo el Espíritu uno solo e indivisible, de él provienen todos los dones particulares, con la peculiaridad de que está presente en cada uno de ellos en toda su plenitud, aunque el que
lo recibe lo perciba únicamente según las revelaciones que le han sido otorgadas y las necesidades de
cada ocasión y momento en particular. Por ello, como te dije anteriormente, cuando Moisés transmite
la ley, unas veces lo hace profetizando y otras cantando; y cuando los Profetas profetizan, también
unas veces transmiten leyes y mandatos, –como cuando Isaías exclama: “Lavaos, limpiaos; quitad la
iniquidad de vuestras obras de delante de mis ojos; dejad de hacer lo malo”;17 o Jeremías dice: “Lava
de maldad tu corazón, oh Jerusalén, para que seas salva”18– y otras veces relatan hechos históricos
como hace Daniel con los acontecimientos concernientes a Susana19 o Isaías cuando nos cuenta lo de
Rabsaces y Senaquerib.20
»En el Libro de los Salmos, ciertamente el elemento dominante es la poesía, lo que hace es expresar con armoniosa melodía aquello que en otros libros se nos cuenta en prosa y con detalle. Pero
hay ocasiones en las que también en los salmos se otorgan leyes y mandatos, como cuando se nos
dice: “Deja la ira, y depón el enojo” (Salmo 37:8), o “Apártate del mal, y haz el bien; busca la paz, y
corre tras ella” (Salmo 34:14). Y al igual que en otros libros, también en el Libro de los Salmos se relata
la historia de Israel, o se anuncia proféticamente acerca del Salvador.»
Ya te he dicho anteriormente que la gracia del Espíritu es común a todos los libros de la Escritura y a todos sus escritores por igual, diferenciándose únicamente en base a la tarea encomendada a
cada uno según el Espíritu ha tenido a bien. Los pormenores, por tanto, no causan distinción alguna,
lo único importante para cada escritor sagrado a la hora de cumplir con la misión particular que le ha
sido asignada es afianzarse en la gracia que le ha sido otorgada. Pero aun siendo así, el Salterio tiene
en este aspecto un don y una gracia peculiares, unas cualidades particulares en las que merece la pena
meditar. Pues aparte de poseer ampliamente las mismas características comunes a los restantes libros
de la Biblia, tiene por sí mismo una peculiaridad maravillosa: que sus estrofas poéticas describen
con exactitud todos los vaivenes y movimientos del alma humana, sus altos y bajos, sus cambios y
mudanzas. Viene a ser como un espejo en el que nos vemos reflejados. Y ello hace que en la medida
en que vamos estudiando y ponderando los salmos, estos a su vez van moldeando nuestro carácter y
personalidad.
Otros libros de la Biblia, como es el caso del Pentateuco, se limitan a exponer la ley,
determinando lo que en la misma se estipula y lo que debemos, o no, cumplir. Indagando en los relatos de los Libros Históricos alcanzamos tan sólo a conocer la vida de los reyes y los santos, constatar
los hechos acontecidos. Escuchando el mensaje de los Profetas aprendemos acerca de la venida del
Salvador. Pero el Libro de los Salmos, en adición a todas estas mismas enseñanzas, además de contarnos las gestas de estos mismos personajes, nos permite penetrar en las emociones de sus almas,
en sus triunfos y fracasos, victorias y derrotas, altos y bajos, mostrándonos las lecciones morales y
espirituales que nos corresponde aprender de cada una de ellas. En los Salmos aprendemos lo que
nos puede suceder, y cómo debemos reaccionar en cada caso.
¡Dios Les Bendiga!
Y.R.
CARTA DE ATANASIO DE ALEJANDRÍA A SU DISCÍPULO MARCELINO
SOBRE LA NATURALEZA Y VALOR DE LOS SALMOS
Mi querido Marcelino:
Tu firmeza y fervor cristiano me causan admiración. Sobrellevas tu aflicción presente con una
entereza encomiable, y a pesar del sufrimiento te mantienes en la virtud. Inquirí de la persona que me
entregó tu carta acerca de la clase de vida que llevas ahora que te encuentras limitado por la enfermedad; y me dijo que dedicas tu tiempo a leer la Santa Escritura centrándote en el Libro de los Salmos,
con objeto de descifrar el sentido de cada uno y apropiarte de la fuerza inigualable que proporcionan.
¡Excelente! Pues también yo comparto esa pasión por la Escritura y en especial por el Salterio. En
cierta ocasión tuve con respecto al Libro de los Salmos una interesante conversación con un anciano
estudioso que los había trabajado muy profundamente, y que ahora deseo compartir contigo.
Escucha pues lo que ese venerable maestro de la Palabra, con un ejemplar del Salterio en su mano, vino a decirme en términos tan claros y dulces como a su vez instructivos:
«Toda Escritura, hijo mío, tanto del Antiguo como del Nuevo Testamento, es inspirada por Dios,
y según está escrito: “útil para enseñar, para redargüir, para corregir, para instruir en justicia”.2
Pero el Libro de los Salmos es un tesoro de naturaleza muy especial, puesto que los Salmos enriquecen
en gran manera a todos aquellos que profundizan en ellos estudiándolos con atención.» Como puedes suponer, cada libro de la Biblia tiene su mensaje particular y nos proporciona una
enseñanza concreta: El Pentateuco relata la creación del mundo y la vida de los patriarcas, la salida
de Israel de Egipto, la entrega de la Ley, la construcción del Tabernáculo y el orden del sacerdocio.
Josué, Jueces y los libros de Samuel, cuentan cómo tuvo lugar el reparto de la tierra, las hazañas de
los jueces, y el linaje de David. Los libros de los Reyes y los de las Crónicas, relatan la vida y los
hechos de los reyes de Judá y de Israel. Esdras describe la liberación de los cautivos en el exilio babilónico, su regreso a la tierra prometida, y la reconstrucción del templo y la ciudad santa.
Los libros de los diversos Profetas predicen y anticipan la venida del Salvador, nos recuerdan los mandamientos, exhortan y reprenden a los transgresores, y profetizan acerca del futuro de las naciones paganas. Pero el Libro de los Salmos es como un jardín en el que no tan sólo crecen y abundan todas estas plantas cantadas de una forma sublime y melodiosa, sino que además, a cada una de ellas añade su toque
propio y particular.»
Los hechos y acontecimientos del Génesis los encontramos relatados en el Salmo 19:3 “Loscielos cuentan la gloria de Dios, y el firmamento anuncia la obra de sus manos” (Salmo 19:1); y en elSalmo 24: “De Jehová es la tierra y cuanto hay en ella, el mundo, y los que en él habitan. Porque él
la fundó sobre los mares, y la afianzó sobre los ríos” (Salmo 24:1-2).»Los temas del Éxodo, Números y Deuteronomio, los cantan con maestría los Salmos 78, 105y 114: “Cuando salió Israel de Egipto, la casa de Jacob de un pueblo bárbaro, Judá vino a ser su santuario, e Israel su dominio” (Salmo 114:1-2). Y el Salmo 105: “Envió a su siervo Moisés, y a Aarón, al cual escogió. Por medio de ellos realizó sus señales, y sus prodigios en la tierra de Cam. Envió tinieblas que lo oscurecieron todo; pero fueron rebeldes a sus palabras. Volvió sus aguas en sangre, y mató sus peces. Su tierra produjo ranas hasta en las alcobas de sus reyes. Habló, y vinieron enjambres de moscas, y mosquitos en todos sus términos” (Salmo 105:26-31). Y así sucesivamente, a lo largo de todo este Salmo 105 y el que le sigue, el Salmo 106, se van enumerando todos estos acontecimientos del Éxodo. Las cosas que tienen que ver con el santuario y el sacerdocio, las proclama el Salmo 294, entonando una vez el Tabernáculo fue construido y completado: “Tributad alabanzas a Jehová, oh hijos de Dios, dad a Jehová la gloria y el poder. Rendid a Jehová la gloria debida a su nombre; adorad a Jehová en la hermosura de su santuario” (Salmo 29:1).»
Los acontecimientos de la época de Josué, hijo de Nun, y los hechos de los Jueces, se mencionan en el Salmo 107: “Y fundan ciudad en donde vivir, siembran campos, y plantan viñas, que producen abundante cosecha. Los bendice, y se multiplican en gran manera; y no disminuye su ganado”
(Salmo 107:36-38). Fue bajo la dirección de Josué que Dios les entregó la tierra prometida. Y cuando en
este mismo salmo leemos: “Entonces clamaron a Jehová en su angustia, y los libró de sus aflicciones.
Los dirigió por camino derecho, para que viniesen a ciudad habitable” (Salmo 107:6), es evidente que
se está refiriendo al libro de los Jueces, ya que era cuando clamaban que Dios levantaba de entre el
pueblo jueces para librarlos de sus opresores y de los que los afligían.»
Lo referente a los Reyes se canta en el Salmo 20 cuando dice: “Unos confían en carros, y otros
en caballos; mas nosotros del nombre de Jehová nuestro Dios nos acordamos. Ellos flaquean y caen,
mas nosotros nos levantamos, y nos mantenemos en pie. ¡Da la victoria al rey, oh Jehová. Óyenos el
día en que te invoquemos” (Salmo 20:8-10).
»Y de los acontecimientos narrados por Esdras habla en el Salmo 126 (uno de los cánticos graduales): “Cuando Jehová hizo volver la cautividad de Sión, estábamos como los que sueñan” (Salmo
126:1); y el Salmo 122: “Yo me alegré cuando dijeron: A la casa de Jehová iremos. Y ahora ya se posan
nuestros pies dentro de tus puertas, oh Jerusalén. Jerusalén, que está edificada como una ciudad de
un conjunto perfecto, y allá suben las tribus, las tribus de JAH, conforme al testimonio dado a Israel,
para alabar el nombre de Jehová” (Salmo 122:1-4). Date cuenta pues, hijo mío, que prácticamente todos
los hechos narrados en los libros históricos se mencionan en uno u otro salmo.
Y si vamos a los libros de los Profetas, te diré que no hay prácticamente un solo salmo que no los
mencione y de algún modo nos remita a ellos. Del Salvador que había de venir, y de cómo a pesar de
ser Dios debía hacerse hombre y habitar entre nosotros, nos hablan el Salmo 50: “Desde Sión, dechado de hermosura, Dios ha resplandecido. Vendrá nuestro Dios, y no callará” (Salmo 50:2-3), y el Salmo
118: “Bendito el que viene en el nombre de Jehová; desde la casa de Jehová os bendecimos. Jehová
es Dios, y nos ha dado luz” (Salmo 118:26-27). Que Aquél que había de venir sería el Verbo de Dios, la
Palabra del Padre, lo canta el Salmo 107: “Envió su palabra, y los sanó, y los libró de su ruina” (Salmo
107:20). Y que ese Verbo enviado que había de venir sería el Hijo de Dios, el propio Dios hecho hombre, lo vemos en el Salmo 45, cuando al percatarse de ello el salmista exclama gozoso: “Brota de mi
corazón un bello canto” (Salmo 45:11), y en el Salmo 110 donde sentencia: “Dijo el Señor a mi Señor:
Siéntate a mi diestra hasta que ponga a tus enemigos por peana de tus pies” y “de mi seno yo te engendré antes del resplandor del alba” (Salmo 110:1,3)5. ¿Y de quién puede decirse que es engendrado
por el Padre, fuera del Verbo y la Sabiduría?.6 Es por ello que el salmista, conocedor de que fue por
medio de él, del Verbo, que el padre dijo: Sea la luz, y creó el firmamento y todas las cosas,7 se expresa
también en el Libro de los Salmos en términos similares: “Por la palabra de Jehová fueron hechos los
cielos, y todo el ejército de ellos por el aliento de su boca.” (Salmo 33:6).»Tampoco ignoraba el salmista que Aquél que habría de venir sería el Ungido de Dios, y de ello
hace buena mención en el Salmo 45 diciendo: “Tu trono es el trono de Dios; es eterno y para siempre;
cetro de justicia es el cetro de tu reino. Has amado la justicia y aborrecido la maldad; por tanto, te
ungió Dios, el Dios tuyo, con óleo de alegría más que a tus compañeros” (Salmo 45:6-7).
Y para que nadie pudiera pensar que su venida sería sólo en apariencia, establece en el Salmo 87 que ese Verbo por el cual todas las cosas fueron creadas, se haría hombre, cuando dice: “La Madre Sión dirá: Hombre y hombre nació en ella, y el Altísimo mismo la sostiene” (Salmo 87:5),8 una declaración que equivale a las palabras de Juan cuando dice: “El Verbo era Dios (…) por él todas las cosas fueron creadas (…) y el Verbo se hizo carne”.9 De igual modo, conocedor de que había de nacer de una virgen, tampoco el
salmista omite este detalle, y lo expresa claramente en el salmo 45, cuando dice: “Oye, hija, y mira,
y pon atento oído; olvida tu pueblo, y la casa de tu padre; y se prendará el rey de tu hermosura; e inclínate ante él, porque él es tu señor” (Salmo 45:10-11). ¿Acaso no vienen a ser estas las mismas palabras
con que el ángel Gabriel se dirigió a María: “¡Salve, muy favorecida! El Señor está contigo. Bendita
tú entre las mujeres”?10 El salmista, después de haber llamado al que había de venir: Ungido, que
equivale a Mesías o Cristo, describe a continuación, en el mismo salmo, su nacimiento como hombre
en el seno la bendita Virgen, diciendo: “Escucha, hija, presta atención…”.11 El ángel Gabriel se dirige
a ella llamándola por su nombre: María, porque para él era una extraña en lo que a parentesco humano
se refiere; pero para David, el salmista, no era una extraña, pues era de su misma familia, ya que sabía
que nacería de su simiente, y por tanto habla de ella con razón diciendo: “Escucha, hija mía”.
»Después de anunciar que Cristo había de venir en carne humana, el Salterio narra también su
vida, y anticipa sus padecimientos en la carne que había de asumir. El Salmo 2 habla del complot de
los judíos contra él: “¿Por qué se amotinan las gentes, y los pueblos piensan cosas vanas? Se levantan los reyes de la tierra, y los príncipes conspiran juntamente contra Jehová y contra su ungido”
(Salmo 2:1-2). Y en el Salmo 22, es el propio Salvador quien da a conocer los acontecimientos de su
muerte y el tipo de suplicio que habría de padecer: “Estoy derramado como agua, y todos mis huesos
se descoyuntaron; mi corazón se torna como cera, derritiéndose en medio de mis entrañas. Como un
tiesto se secó mi vigor, y mi lengua se pegó a mi paladar, y me has puesto en el polvo de la muerte.
Porque perros me han rodeado; me ha cercado una banda de malhechores; horadaron mis manos
y mis pies. Contar puedo todos mis huesos; entretanto, ellos me miran y me observan. Repartieron
entre sí mis vestidos, y sobre mi túnica echaron suertes” (Salmo 22:14-18). Fíjate bien: “Horadaron mis
manos y mis pies”, ¿pues qué otra cosa puede significar esto sino su crucifixión? ¿Qué símbolo hay
más claro del suplicio de la Cruz? Y después de hablarnos de sus sufrimientos, añade la razón por la
que los padeció: por causa nuestra, no por la suya, ya que en primera persona afirma en el Salmo 88:
“Sobre mí ha pasado tu ardiente ira” (Salmo 88:16), y en el Salmo 69: “¿Me hacen pagar por aquello
que no robé?” (Salmo 69:4). Él no tenía por qué pagar por crimen alguno, murió sufriendo por causa
nuestra, tomando sobre sí la cólera divina que a nosotros iba destinada, pagando por nuestros pecados,
como leemos en Isaías: “herido por nuestras transgresiones, molido por nuestros pecados; el castigo
de nuestra paz fue sobre él, y por sus llagas fuimos nosotros curados”.12 Por ello exclama en el Salmo
137: “el Señor les dará en pago lo que me hicieron” (Salmo 137:8)13, y en el Salmo 72 donde leemos:
“Salvará a los hijos del menesteroso, y aplastará al opresor (...) Porque él librará al menesteroso que
clame, y al afligido que no tenga quien le socorra” (Salmo 72:4,12).»
Predice también el salmista la ascensión del Señor a los cielos, diciendo en el Salmo 24: “Alzad, oh puertas, vuestras cabezas, y alzaos vosotras, puertas eternas, y entrará el Rey de la gloria”
(Salmo 24:7,9); y también en el Salmo 47, donde leemos que “Dios ha ascendido entre aclamaciones,
el Señor, al son de trompeta” (Salmo 47:5). También su sentarse a la diestra de Dios lo predice el Salmo
110: “Jehová dijo a mi Señor: Siéntate a mi diestra, hasta que ponga a tus enemigos por estrado de
tus pies” (Salmo 110:1). E incluso la destrucción del diablo se anuncia a gritos en el Salmo 9: “Te has
sentado en el trono juzgando con justicia. Reprendiste a las naciones, destruiste al maligno, borraste
el nombre de ellos eternamente y para siempre” (Salmo 9:4-5). Tampoco esconde el Salterio que Cristo
recibiría del Padre toda potestad para juzgar, y que vendría de nuevo con autoridad sobre todas las
cosas, pues dice en el Salmo 72: “Oh Dios, da tus juicios al rey, y tu justicia al hijo del rey. Juzgue
él a tu pueblo con justicia, y a tus afligidos con equidad” (Salmo 72:1-2). Y en el Salmo 50: “El Señor
convoca a los cielos desde arriba, y a la tierra, para juzgar a su pueblo (...) y los cielos declararán
su justicia, porque Dios mismo es el juez” (Salmo 50:4-6). Y en el Salmo 82 leemos que: “Dios preside
el consejo celestial; entre los dioses dicta sentencia” (Salmo 82:1 NVI). Sobre la situación y futuro de los
gentiles, mucho se habla en el Salterio, pero de manera especial en el Salmo 47: “Pueblos todos, batid
palmas; aclamad a Dios con gritos de júbilo” (Salmo 47:1); y en el Salmo 72: “Ante él se postrarán los
moradores del desierto, y sus enemigos lamerán el polvo. Los reyes de Tarsis y de las costas traerán
presentes; los reyes de Sabá y de Seba ofrecerán dones. Todos los reyes se postrarán delante de él;
todas las naciones le servirán” (Salmo 72:10-11)».
El venerable anciano, se detuvo y me enfatizó de manera muy especial este punto: Que todas
estas cosas acerca del Salvador, que se anuncian con claridad en otros libros de la Escritura, se cantan
también en el Libro de los Salmos. Y haciendo gala de su profunda sabiduría, prosiguió diciéndome:
«En cada libro de la Escritura se expresan verdades parecidas, pues todos están íntimamente relacionados y sinfónicamente acordes entre sí, ya que proceden de una misma voz: la del Espíritu Santo,
y por tanto su interpretación es común. Por ello, en la misma manera que es posible descubrir en el
Salterio el contenido de los otros libros de la Escritura, también en los otros libros hallamos con frecuencia el contenido de los Salmos. Ejemplos tenemos en Moisés componiendo cánticos,14 en Isaías
entonando himnos,15 o en Habacuc presentando su oración en forma poética.16 En todos los libros de
la Escritura es factible encontrar profecías, leyes y relatos históricos, puesto que como ya te he dicho,
se trata de un mismo Espíritu que lo abarca todo otorgando a cada autor una revelación especial de
acuerdo al don que le ha sido concedido, repartiendo sus dones en plenitud acorde con la capacidad de
cada uno, ya sea el don de profetizar, de legislar, de contar los hechos acaecidos, o el don de componer
Salmos. Pues aún siendo el Espíritu uno solo e indivisible, de él provienen todos los dones particulares, con la peculiaridad de que está presente en cada uno de ellos en toda su plenitud, aunque el que
lo recibe lo perciba únicamente según las revelaciones que le han sido otorgadas y las necesidades de
cada ocasión y momento en particular. Por ello, como te dije anteriormente, cuando Moisés transmite
la ley, unas veces lo hace profetizando y otras cantando; y cuando los Profetas profetizan, también
unas veces transmiten leyes y mandatos, –como cuando Isaías exclama: “Lavaos, limpiaos; quitad la
iniquidad de vuestras obras de delante de mis ojos; dejad de hacer lo malo”;17 o Jeremías dice: “Lava
de maldad tu corazón, oh Jerusalén, para que seas salva”18– y otras veces relatan hechos históricos
como hace Daniel con los acontecimientos concernientes a Susana19 o Isaías cuando nos cuenta lo de
Rabsaces y Senaquerib.20
»En el Libro de los Salmos, ciertamente el elemento dominante es la poesía, lo que hace es expresar con armoniosa melodía aquello que en otros libros se nos cuenta en prosa y con detalle. Pero
hay ocasiones en las que también en los salmos se otorgan leyes y mandatos, como cuando se nos
dice: “Deja la ira, y depón el enojo” (Salmo 37:8), o “Apártate del mal, y haz el bien; busca la paz, y
corre tras ella” (Salmo 34:14). Y al igual que en otros libros, también en el Libro de los Salmos se relata
la historia de Israel, o se anuncia proféticamente acerca del Salvador.»
Ya te he dicho anteriormente que la gracia del Espíritu es común a todos los libros de la Escritura y a todos sus escritores por igual, diferenciándose únicamente en base a la tarea encomendada a
cada uno según el Espíritu ha tenido a bien. Los pormenores, por tanto, no causan distinción alguna,
lo único importante para cada escritor sagrado a la hora de cumplir con la misión particular que le ha
sido asignada es afianzarse en la gracia que le ha sido otorgada. Pero aun siendo así, el Salterio tiene
en este aspecto un don y una gracia peculiares, unas cualidades particulares en las que merece la pena
meditar. Pues aparte de poseer ampliamente las mismas características comunes a los restantes libros
de la Biblia, tiene por sí mismo una peculiaridad maravillosa: que sus estrofas poéticas describen
con exactitud todos los vaivenes y movimientos del alma humana, sus altos y bajos, sus cambios y
mudanzas. Viene a ser como un espejo en el que nos vemos reflejados. Y ello hace que en la medida
en que vamos estudiando y ponderando los salmos, estos a su vez van moldeando nuestro carácter y
personalidad.
Otros libros de la Biblia, como es el caso del Pentateuco, se limitan a exponer la ley,
determinando lo que en la misma se estipula y lo que debemos, o no, cumplir. Indagando en los relatos de los Libros Históricos alcanzamos tan sólo a conocer la vida de los reyes y los santos, constatar
los hechos acontecidos. Escuchando el mensaje de los Profetas aprendemos acerca de la venida del
Salvador. Pero el Libro de los Salmos, en adición a todas estas mismas enseñanzas, además de contarnos las gestas de estos mismos personajes, nos permite penetrar en las emociones de sus almas,
en sus triunfos y fracasos, victorias y derrotas, altos y bajos, mostrándonos las lecciones morales y
espirituales que nos corresponde aprender de cada una de ellas. En los Salmos aprendemos lo que
nos puede suceder, y cómo debemos reaccionar en cada caso.
¡Dios Les Bendiga!
Y.R.
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